Jordi, tras ser despedido de la empresa en la que ha trabajado los últimos diez años, cae en un estado depresivo que le arrastra a realizar un análisis retrospectivo de su vida. Así, aprovechando las horas de insomnio, rememora las vivencias que, desde su más tierna infancia, cree que han hecho de él una persona débil y sumisa, merecedora de todas las malas experiencias que ha vivido, tanto personal como profesionalmente.
Mientras hace un repaso de esos episodios de su vida, se le aparece un personaje, que dice ser su conciencia, que se presta como juez imparcial ante la dura autocrítica que Jordi hace de sí mismo y con quien mantiene arduas discusiones.
Otro personaje crucial es Pepita, la señora de la limpieza, con quien Jordi, ahora en paro, coincide dos días a la semana, y quien le refiere los infortunios que ha vivido desde que abandonó, de niña, su Almería natal.
La ayuda de su conciencia por una parte y la dura vida de Pepita por otra, resultan ser un revulsivo que hace que Jordi acabe siendo mucho más benévolo consigo mismo y que comprenda finalmente que su vida ha sido mucho más provechosa y justa con él de lo que creía.