En la isla de Tetemuy era costumbre que, al nacer, a sus habitantes se les entregase un manojo de tablitas en las que los ancianos de la región habían tallado cuidadosamente palabras, vocales, consonantes y signos de puntuación.

A medida que las palabras y los signos eran aprendidas por los niños, las maderas se quemaban en hogueras, por lo que el lugar adquirió el nombre de Tetemuy, que significa ?lugar de chispas?. Con cada luna, Chianelé, la mujer sabia del pueblo, repartía nuevos manojos de tablitas. Así era como los pequeños descubrían las infinitas posibilidades del lenguaje y expandían su pensamiento.