Palpar (del latín palpare): tocar, acariciar.

"Los seres humanos modernos somos animales sensuales. Nos acariciamos tocándonos con palabras, y disfrutamos de la cercanía y el contacto corporal". Maturana.

Los libreros siempre hemos sido una especie en peligro de extinción: antes porque por difundir ideas heterodoxas te las podías ver con la Santa Inquisición, y te podía ir en ello la vida; ahora porque las tiendas virtuales dicen que somos prescindibles - muerte al fin y al cabo, aunque menos cruenta que la anterior.

En este vivir muriendo tan teresiano hemos adquirido una cultura de resistencia.

Resistencia quiere decir permanencia o sostenibilidad, palabra ésta tan de moda y necesaria. Y lo que hemos de mantener y sostener son dos cosas: una el fomento de la diversidad editorial y otra la función tradicional, que viene a ser la del librero como sugeridor fiable de lecturas y la de la librería como lugar de encuentro.

Si uno va a Granada y visita El Bañuelo - antiguos baños árabes, en la carrera del Darro - al llegar a una estancia de la derecha, oirá decir a la guía que "éste era el lugar de reunión, perdón el lugar de encuentro". Ya en el siglo XI distinguían muy bien los cruces esporádicos de los convenidos, y en estos contactos imprevistos, pero buscados, se hablaría de lo divino y de lo humano.

Por ello las librerías, frecuentadas por gentes en busca de cultura - de recreo, funcional o transformadora, que más da -, sirven de lugar azaroso de encuentros, algunos, incluso, no deseados, y permiten el contacto a la vez de lo sensorial y de lo espiritual. Es, frente a lo virtual, lo palpable.

Aunque se diga que eliminar intermediarios va a abaratar costes - las multinacionales venden más barato haciendo dumping, por tanto con pérdidas de 150.000 millones anuales -; aunque los que así dicen no mencionan que se sustituyen librerías e imprentas por compañías de informática y de telecomunicaciones - todas ellas tan grandes y monopólicas; y aunque así fuera, la economía tiene una dimensión moral que consiste en buscar algo más que beneficios. Todos los inmateriales de lo palpable no cuentan pero nos ayudan a vivir a las gentes.

La librería actual ha de resistir con la puerta de la calle abierta al público, para poder por la mañana darle a sus clientes los buenos días y estrecharle la mano, y, al caer la tarde, poder enviarles a sus casas los servicios telemáticos, que también andarán esperando.

Málaga a 23 de abril de 1999
Fdo. Francisco Puche Vergara

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