Daniel, tras recibir la llamada de una vecina, regresa al pueblo de su infancia para visitar a su viejo padre. Fu éste un hombre severo que vivió atormentado por su temprana viudez y que ahora vive las últimas horas de su vida.
El joven decidió alejarse un día de aquella aldea y de aquel padre brutal y sordo a sus emociones y ahora, regresa para verlo morir.
Las calles de la aldea han cambiado poco desde su niñez y, durante la visita, aquellas aceras le regalarán recuerdos dormidos de su adolescencia: la adaptación al medio rural, la prematura muerte de la madre y las imágenes que siempre había deseado aniquilar. Pero, al mismo tiempo, irá descubriendo escenarios olvidados que él nunca hubiese concebido siquiera. Todo ello, tamizado por el sonido distante de aquel obligado violín que tocó durante su más tierna edad y que aún resuena en su mente de eterno muchacho.