Antonio Hurtado González llevaba años intentando enterarse de la historia de su abuelo, Andrés González Robles. Hasta que un día se atrevió a preguntar a los mayores de su familia. Comenzó así a conocer una parte de su mundo que le había sido ocultado, y a ser consciente de que su familia no era la única que había pasado por lo mismo. Gracias a la orientación de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga, Antonio Hurtado se dirigió al Juzgado Togado de Málaga, donde solicitó la documentación referente a su abuelo. Tras unas semanas de espera, le avisaron de que el expediente de Andrés González Robles estaba en Málaga y que podría ir a verlo allí mismo. En un golpe de audacia, Antonio Hurtado fotografió los documentos con su teléfono móvil. Así podemos reconstruir la historia oficial de este hombre de Macharaviaya que vivía de sus tierras de labor en un lagar de Cajiz, que fue detenido por una extraña denuncia y condenado, como era habitual por rebelión militar, a cadena perpetua. Por raro que parezca -incluso en una época en que nada era normal-, el tribunal que le sentencia a prisión de por vida dice de él: «Andrés González Robles, de buena conducta». A partir de aquel dieciséis de abril de 1937, su familia, es decir, su mujer, cuatro hijas y dos hijos, comienzan a sufrir amenazas y acoso continuo que cesaron cuando no pudieron más, cedieron, malvendieron las tierras y se trasladaron a vivir a Málaga, donde reiniciarían sus vidas en una situación de completa miseria. Esta es la historia de un hombre del que nunca más se volvió a saber y de su familia, condenada a un silencio que Antonio Hurtado González rompe por fin con este libro que inicia la colección Mar Blanca/Memoria Histórica de Ediciones del Genal.