La singularidad de la voz poética de Ángel Darío Carrero se confirma en esta nueva entrega. Esta voz logra la fusión improbable entre el horizonte incierto de una intensa experiencia personal y la apertura a la tradición poética moderna más exigente. Los escuetos poemas de perseguido por la luz parecen esculpidos en el silencio. Su sencillez se da, no como inmediatez, sino como resultado de un arduo proceso de depuración y despojamiento. El yo encuentra su paradójica verdad a lo largo de un descenso órfico a través de las instancias infernales de la mentira, en un movimiento de vaciamiento y retracción. Pero tal movimiento no lleva a la desaparición o a la enajenación del sujeto lírico, sino más bien al descubrimiento íntimo de que sólo existe una única verdad imposible: tú. Que este tú resuene en la música callada del encuentro místico, o se vista del ropaje del erotismo más franco, poco importa a este nivel de profundidad, en el que la alteridad se revela como constitutiva del ser. La condena al amor experimentada desde la soledad rojiza transforma la palabra poética en un espacio hospitalario, como si estar en el desierto fuera también una exigencia de la escucha, es decir, del amor.