Luis Cernuda es uno de los universos constantes de la literatura española. Ni la soledad estructural, que tanto le apremió, ni su proclividad personal, tras recibir el castigo de una ciudad de la que se exilió para no regresar nunca más (y así vivió: sin tierra, sin gente), han logrado tachar su figura gigantesca. Nada ni nadie han logrado extirparlo de la memoria poética de su país y de su patria chica, ya que, él mejor que nadie, supo combatir el aislamiento desde el amor, la lealtad y el atrevimiento de decir las cosas claras y no rendirse frente a los que siempre intentaron castigar sus "rarezas". A pesar de sus temores a una conspiración de olvido, expresados en uno de sus últimos poemas ("A sus paisanos"), lo contrario del olvido se llama en literatura Luis Cernuda.