La amistad, el amor, el sexo y la pérdida de la virginidad, los viajes, las primeras cervezas, las copas en un pub o en una discoteca, fumar o no fumar, todo irá sucediéndose filtrado por la mirada de su protagonista y contado con su lenguaje. Laura respeta la gramática -aunque no dudo que se saltaría alguna que otra regla si lo estimara necesario-, pero su novela está escrita con el desparpajo y la soltura que queremos ver en una autora tan joven. A la enumeración anterior se unen las calles de Madrid, las estaciones del metro y hasta su propia banda sonora -me gustan las novelas que tienen canciones, que cuentan con su propia música-, imprimiéndole al relato un tono realista que lo aleja de las fantasías que, supuestamente, creemos que han de gustar a los jóvenes.
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