El doctor Andrés Climent nos invita a descubrir las entrañas de la antigua ciudad de Torrent por medio de unas galerías subterráneas del pasado. Aceptando retomar los descubrimientos de su abuelo ya fallecido, empujado por el Arzobispado de Valencia y el Maestre hospitalario en España señor Bisón. Su decisión lo conducirá a un mundo de ángeles fantásticos y poderosos que se rebelaron contra Dios en el Génesis, y que podrían hacer temblar las bases del catolicismo en el mundo. Este misterioso y apasionante descubrimiento implica al lector desde el primer capítulo de la obra. Haciéndolo reflexionar de que para rezar a Dios, no se tiene por qué estar bajo los dogmas de los intereses de ninguna religión.


Los ángeles Nefilim fueron enviados por Dios para ayudar a los hombres en el principio de los tiempos, según el Génesis. Pero se rebelaron contra él y abusaron de los hombres y de su descendencia. Dios directamente los denominó el mal del mundo, e intentó exterminarlos. Nadie había vuelto a hablar de los Nefilim ni de sus textos, hasta que el padre Iñaki encontró una piedra con sus símbolos tallados en ella. Genaro Climent, conocido con el sobre nombre de Botalostia, muere en extrañas circunstancias al igual que el jesuita padre Iñaki Larrea. Se sospecha que eran conocedores de unos hipotéticos pasajes subterráneos que existen en el subsuelo de la ciudad de Torrent, construidos siglos atrás por los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Andrés Climent, nieto de Botalostia, decide retomar los trabajos de su abuelo después de una entrevista con el maestre hospitalario en España señor Bisón. Descubre que tanto la iglesia católica, los hospitalarios, los cataros y los jesuitas, se mueven en paralelo junto a él, buscando cada uno su propio beneficio de aquel hipotético descubrimiento de su abuelo y del padre Iñaki. Convirtiendo a Andrés y a su amigo Macanas en unas ficha de ajedrez en una partida frenética por sobrevivir.