Javier es un machirulo* de libro, un tipo de esos con los que, por desgracia, te cruzas a diario en la calle, en los bares, en el autobús. No es un hombre de nuestro tiempo y le cuesta mucho aceptar los cambios de mentalidad que poco a poco se van imponiendo en la sociedad actual. Echa de menos la vida de antes, cuando los hombres eran hombres y las mujeres, mujeres; ni mejor, ni peor; diferentes. Por eso no quiere ver ni en pintura a las feministas, a los homosexuales, a los extranjeros, a los progres. Si piensas que un personaje así no merece que dediques tu tiempo a leer sus aventuras (y sobre todo desventuras) puede que tengas razón. Pero a veces, las apariencias engañan. Casi toda la novela está escrita en primera persona pero, muy a su pesar, no siempre es Javier quien nos habla. A veces, los demás personajes toman la palabra y nos dan su versión de la historia. También hay un narrador omnisciente que aparece cuando es necesario. Con mucho sexo, bastante violencia, un poco de suspense y algo de humor, podemos acompañar a Javier en su aciago deambular por el callejón sin salida en que se ha convertido