En nuestros recuerdos siempre quedan restos, rasgos, que resultan muy difíciles de olvidar, aunque estos sean modificados por nuestros criterios personales y nuestra memoria selectiva. Casi siempre los adaptamos a lo que habíamos creído entender de los sucesos en los que nos hemos visto envueltos, pero el fondo permanece trayéndonos
a la memoria las circunstancias, deseos y sensaciones que, a veces, a través de nuestro sentido del olfato, nos retrotraen a aquella época.
El recuerdo de esta estará enriquecido por la época en la que fuimos protagonistas de ella. Para algunos, será una edad de lucha por la subsistencia. Para otros, de ilusiones por tratar de conseguir un sueldo, un puesto de trabajo o tal vez, el reconocimiento social en un lugar sobresaliente y privilegiado. Pero todo eso carece de importancia cuando lo miramos después de algunos años, quizá en el final de nuestra vida, y es entonces cuando sonreímos pensando en lo ilusionados que nos sentíamos al enfrentarnos a todo aquello.