Regla y "tiempo real" son las ineludibles entidades entre las que se genera la creación musical. En contra de ciertas idealizaciones que enturbian la comprensión de lo que hacemos cuando hacemos música, no hay —en un extremo del eje— improvisación ni interpretación que no dependan en mayor o menor medida de un predeterminado marco normativo. Y, en el otro extremo, hasta el más exhaustivo conjunto de instrucciones se implementa siempre en un irrepetible tiempo real, lo que hace de la música un fenómeno solo parcialmente predecible y, por lo tanto, abierto a la improvisación. En consecuencia, lejos de las inclinaciones excepcionalistas tanto de algunos discursos académicos como de ciertos valedores de lo que solemos llamar músicas improvisadas, esta obra señala una relevante continuidad entre distintos modos de hacer música, una continuidad a menudo oscurecida por la desatención o el humo ideológico. Toda interpretación es, pues, constitutivamente improvisativa y, a la vez, dependiente de un marco normativo. Si, finalmente, y en contra del hegemónico platonismo musical, admitimos que «una obra musical no existe sino en el momento de su interpretación», por decirlo en los términos de Vladimir Jankélévitch, parece que debiéramos contemplar sin reparos la posibilidad —por contraintuitiva que parezca— de que toda obra musical sea forzosamente improvisativa. Estas páginas fascinantes pretenden, desde disciplinas complementarias como la estética, la musicología o la ontología del arte, esclarecer determinados aspectos básicos de nuestras prácticas musicales y responder a una serie de preguntas sobre la tradición, la naturaleza y la interpretación de la obra musical que no solemos hacernos.