Con el presente libro se recuerda al doctor Severo Ochoa de Albornoz a través de diversas colaboraciones y testimonios biográficos y científicos sobre este asturiano universal. Asimismo, se evoca en clave artística la iconografía más convencional del mundo de la Ciencia, como las formas geométricas, al tiempo que se recrea el ambiente de los laboratorios, verdaderos talleres de experimentación.
La obra artística de Juan Méjica rindiendo homenaje al investigador de Luarca y plasmándola estética de disciplinas principales de las ciencias nos descubre un afortunado ayuntamiento e imaginativa ósmosis. Figuración y abstracción, simbología y evocación se reflejan en las pinturas del naviego y se reproduce en sus piezas volumétricas al respecto. Carácter y personalidad que se revelan en la gran diversidad de manifestaciones plásticas aquí registradas, desde las composiciones armoniosas de color de los objetos de ensayo hasta el virtuosismo de los retratos o los bustos del Nobel luarqués; igual creatividad se reconoce en las telas menos naturalistas y abstractas, aquellas que quieren apresar la “cromatografía de enzimas y proteínas” o sugieren los paisajes neuronales y los impulsos nerviosos de la obra de Cajal.
En suma, recordamos a Severo Ochoa como gran científico, gran maestro de la Biología Molecular y gran asturiano, ejemplo de una vida dedicada a la investigación y apasionado por las artes y por la música. Pero también celebramos el diálogo entre Ciencia y Arte, entre la “emoción de descubrir” y la “emoción de crear”, en el que el reconocimiento a la actividad científica se amalgama con la fuerza vivísima del color y la honda expresividad de la mirada artística de Juan Méjica.