Podría decirse que Rimski-Korsakov culminó su inmensa labor artística al terminar sus memorias en 1906 y publicarlas con el título "Mi vida musical".
Rimski poseía un espíritu abierto, una sensibilidad exquisita, elevada inteligencia y temperamento equilibrado. Fue un hombre modesto y sincero, cuya franqueza puede apreciarse en el texto de su "Vida musical". Y un hombre laborioso, puesto que, además de sus muchas obras, que modificaría en repetidas ocasiones al no quedar nunca satisfecho de su trabajo, terminó o instrumentó desinteresadamente las obras compuestas por sus amigos.
La muerte del maestro supuso para la música rusa la pérdida de su más entusiasta propulsor, quien llevó al pentagrama las clásicas melodías populares pasadas por el tamiz de su exquisito gusto.