Al filo del machete encarna la búsqueda y el viaje. En el ámbito de la tradición literaria, el viaje ha fungido no sólo como alteración espacio-temporal en las aspiraciones del personaje, también posee una carga simbólica susceptible de ser interpretada por el lector avezado. Es el entrecruzamiento de la pasión casi obsesiva de Scott, el afamado corredor de arte, con la incansable actividad académica de Alberto lo que determinará el fortuito conocimiento del primero sobre la existencia del cuadro inédito de un pintor británico, el cual fue asesinado misteriosamente junto con su esposa embarazada mediante un arma larga y punzante. Semejante hecho había permanecido cubierto por el velo del tiempo, hasta ahora. La búsqueda cobra especial preponderancia, en tanto que quienes conforman el argumento de la novela se hallan inscritos en alguna variante de ésta, sobre todo los que persiguen la concreción de un anhelo. Es Scott, incesante viajero, quien, como sus antecesores británicos (Egerton, Lowry, Nissen), cumplirá, sin siquiera sospecharlo, parte de su destino en este mágico y turbulento país. Inusitadamente, el cuadro parece estar prendido por cierto halo místico, por una forma secreta del tiempo: nunca nadie ha podido hacerse con él. En palabras del autor, "la vida es un laberinto, del cual quedarse afuera, por miedo a no encontrar la salida, equivale a vivir vegetando en la seguridad; pero mantenerse adentro, para tropezar con la razón de ser, es vivir". En medio de una visión limpia y sin prejuicios, la novela muestra cabalmente el panorama del hombre universal.