Robert Crosbie no ha dejado un nombre que evocar ante el pueblo, sin embargo vivió una existencia que todos podrían emular. Fue uno de los soldados desconocidos en el ejército de quienes viven para beneficiar a la humanidad, esforzándose en redimir cualquier criatura de los grilletes de la existencia condicionada. Hay innumerables biografías y autobiografías de hombres y mujeres cuyas vidas pasaron bajo el fulgor implacable de la publicidad, para su propio bien, el de su partido o para el bien de la humanidad; con frecuencia es una combinación de los tres. Es muy raro encontrar, en la historia y la tradición, un anal similar de aquellos cuyas obras se realizaron y cuyas existencias se vivieron sin pensar en el ego personal. Cada sala del saber rebosa de detalles concernientes a los grandes hombres del mundo: gobernantes, estadistas, reformadores, poetas, sacerdotes, políticos, soldados del bien o del mal. Sin embargo: ¿quién sabe algo de la vida personal de Lao-tse, Buddha, Jesús, Pitágoras, Platón o quienquiera dotado de gran Alma? Si esto fuera verdadero para todos los grandes Capitanes en el Ejército de la Voz, cuán escasos serían los trofeos humanos erigidos para conmemorar las batallas y las victorias del soldado común? Pues, sin él, el Capitán más grande hubiera transcurrido su vida en vano: un general en el campo no es un ejército. Este libro, entonces, no es una biografía ni una autobiografía escrita y pronunciada para ensalzar la gloria de un mortal, es simplemente una introducción a la única vida que valga la pena vivir, ya sea que se refleje en lo pequeño o lo grande: la vida del Alma. Sus palabras se expresan en el lenguaje del Alma; su declaración es la de la Doctrina del Corazón; su propósito es el adelanto de esa Causa en la cual se ocultó la existencia mortal de Robert Crosbie y también las vidas terrenas de esos grandes Capitanes que tanto reverenciaba y a los cuales dio su servicio: H.P. Blavatsky y William Q. Judge.