Ser mujer es maravilloso, pero también es una lucha continua. Las mujeres somos libres porque somos mujeres, aunque eso a veces implique eludir los cánones establecidos. Lo somos incluso para hablarle al amor cara a cara y decirle qué necesitamos. Y es que no siempre tenemos que amar siendo pareja de alguien, sino que el tiempo puede ser fugaz y hacer del amor algo intenso. El amor nace dentro de cada uno de nosotros, es inherente al corazón que late, pero no va necesariamente ligado a otras personas.

Los problemas a veces no se resuelven, tardamos toda una vida en poner en práctica librarnos de ellos, pero la fe y la esperanza ofrecen en ese camino un calor que nos reconforta y nos ayuda a seguir adelante y derrotar un sufrimiento que nos impide avanzar.

Fumilayo narra en primera persona cada aventura, a veces disfrazada de tragedia, que ha ido pasando con horas de sueño por cumplir y con sueños que la hablaban por las noches en que conseguía conciliar. Ser mujer es un arte y Fumilayo es una gran mujer.

La cultura no tiene raza, ni el amor ni el éxito. Las mujeres tampoco. Al final, se trata de poder crecer para sobrepasar la altura del techo que nos detiene.

Fumi comunica, con sus libros y con las ondas de la radio, que se funden con las ondas de nuestro pelo, las curvas de nuestro cuerpo, la belleza de nuestro ser y los ancestros que viven con nosotras. A ellos les damos la vida con las aventuras del vivir.

Fumi comunica (y mucho) con este libro, cómo el arte de ser mujer no está exento de belleza, pero a veces de crudeza y también de dulzura. Lloremos y riamos como una vitamina más que le ofrecemos al universo para que continúe su viaje. El arte de ser mujer lo hace posible.

Camino Pastrana