La erudición dormía aquella tarde en que me dio por recoger saludos e invenciones. No busques palabras nuevas, ni siquiera sé si hallarás la coherencia con su mejor vestido. Esta aproximación a un libro de relatos no es más que un puñado de miradas al mundo, una manera peculiar de ver la vida. Mi manera. Son vivencias, algunas sin cabeza ni patas. Otras, seguramente, se parecerán a alguna de las tuyas.
Apenas me levanto, mi cabeza es azogue que resbala buscando derroteros múltiples. El mar, un tren, el pedrusco que rueda cuesta abajo, un paisaje naif, un tango, la sombra de una higuera y una silla que nadie ocupa. El caos, un vendaval que desparrama el trigo y abate juncos y amapolas…
He querido acercarme a los que huyen, a los que miran de soslayo y callan maliciosamente. He buscado el abrazo. La utópica fusión del fuerte y el cobarde, del flojo y el osado. Dejo caer la aldaba para que me abras las puertas de tu casa y me estreches con fuerza.