Todo empezó con un golpe en la cabeza. Un accidente tan extraño y surrealista que parecía preludiar lo que iba ocurrir después. Sentada en un restaurante, esperando al camarero para pedir el postre, de pronto no un golpe brutal. Una puerta de cristal y metal, cuyos goznes habían caducado desde hacía tiempo, se desprendió de pronto y cayó sobre mi cabeza, no se escribe la autora de este libro. A este golpe siguieron dos meses de silencio, el golpe defecto al habla y las palabras parecían diluirse en un mar oscuro y denso cuando empezaba a pronunciarlas. Sin embargo eran solo las palabras habladas. El golpe no había afectado a la lectura ni a la escritura, así que empecé a investigar para un congreso y entonces, casi a lazar, abrir un archivo que había guardado dos años atrás. En el había algunas fotografías y unos textos de Una puerta de cristal y metal, cuyos goznes habían caducado desde hacía tiempo, se desprendió de pronto y cayó sobre mi cabeza, no se escribe la autora de este libro. A este golpe siguieron dos meses de silencio, el golpe afectó al habla y las palabras parecían diluirse en un mar oscuro y