Valencia, principios del siglo XVII. En las cárceles de la Inquisición donde cumple condena por hechicera y alcahueta, Catalina Muñoz, esclava negra liberada, narra algunos episodios de su vida, que ella califica de «trancos». Catalina Muñoz, la Negra Catalina, existió realmente. Las actas de los procesos inquisitoriales a que se le sometió acreditan que fue esclava y obtuvo la libertad de D. Gerónimo Muñoz, matemático, astrónomo y hebraísta, profesor en las universidades de Valencia y Salamanca. Y que en algún momento se relacionó con las máximas autoridades religiosas y políticas de la Valencia de la época: el arzobispo y virrey Juan de Ribera; y el marqués de Denia, futuro duque de Lerma. A partir de esos datos se construye la narración de su vida, que, en lo demás, atiende criterios de verosimilitud y literarios. Catalina murió eso se sabe cierto el 16 de marzo de 1603, posiblemente en prisión. Según los cálculos de los Inquisidores, debía rondar los sesenta y pocos años. Porque su edad nunca la confesó, ni siquiera en el tormento. Aproximadamente por las mismas fechas en que vivió Catalina, Hermida, alguacil del justicia criminal de Valencia, investigaba algunos de los crímenes ocurridos en la ciudad. Apoyaba sus pesquisas en los vaticinios astrológicos, en la entonces llamada «ciencia de la fisonomía natural del hombre» y en el sentido común de Micaela Mañosa, prostituta del burdel público, a la que visitaba con frecuencia. El método le funcionaba. Los dietarios de aquellos tiempos, auténticas crónicas de sucesos, están repletos de revueltas, crímenes sangrientos, pestes, raptos de monjas, duelos, autos de fe y ejecuciones públicas. Y de procesiones, corridas de toros, justas y corrales de comedias. Todo junto y revuelto dentro de las murallas de una ciudad que acababa de descubrir el Barroco. Y donde extramuros abundaban los bandoleros en la sierra y los piratas en el mar. Algunos de aquellos crímenes se recogen en este libro. Como en el caso de Catalina, no se pretende hacer historia, sino literatura. Aunque conviene no olvidar que la historia se consideró durante mucho tiempo un género literario. Hermida es un personaje de ficción. Pero los crímenes de los que se ocupa y se relatan aquí entre bromas y veras sí tuvieron lugar en aquella Valencia violenta y peligrosa de principios del XVII. Y alguien tuvo que investigarlos.
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