Hemos entrado en el nuevo milenio asistiendo al agravamiento de todas las contradicciones heredadas del siglo anterior, que llegan hoy peligrosamente a su punto límite: el sistema mundial globalizado, más que agilizar fuerzas productivas, ha puesto en marcha fuerzas destructivas de la Tierra, de los ecosistemas, de los pueblos y de la propia subjetividad de las personas. Ya no se trata tan sólo de defender al pobre, proteger al explotado y denunciar la opresión de las mayorías. Después de siglos de agresiones a la naturaleza, es la propia vida sobre la Tierra la que está amenazada y debe ser defendida. Navegamos en nuestro barco planetario en medio de icebergs con los que estamos a punto de colisionar y naufragar. Nuestro mundo está en peligro. Y lo peor es que esta vez no habrá un Arca de Noé que preserve a unos cuantos individuos de cada especie. O nos unimos todos en un nuevo proyecto de desarrollo armonioso, impregnado de justicia y espiritualidad, o corremos el riesgo de perecer como especie. Necesitamos construir juntos un Arca que nos salve colectivamente y nos conduzca a un futuro más hermoso y más digno.