Se dice que el día de la boda es el «día más feliz» en la vida de una mujer. No fue así para muchas de las novias que desfilan por estas páginas. Unas, como María Antonia de Nápoles, Isabel de Braganza o María Cristina de Habsburgo fueron al matrimonio como una más de las obligaciones derivadas de su condición de princesa real. Otras vieron teñirse sus galas nupciales de sangre como María Victoria de Aosta o Victoria Eugenia de Battemberg. O añoraron acentos castellanos en el exilio, como Pilar y Margarita de Borbón, la condesa de Barcelona o las hijas de Alfonso XIII. Afortunadamente, para muchas otras novias reales el día de su boda fue espléndido y feliz. Fue el caso de la entonces princesa Sofía de Grecia, de la infanta Paz de Borbón, de María Cristina de Habsburgo, o de la legendaria María de las Mercedes. Por fin, el siglo XX abrió definitivamente las puertas al amor al relegar a un segundo plano rancios abolengos o razones de estado, y Sevilla y Barcelona fueron una fiesta acompañando las bodas de las infantas Elena y Cristina.
Las diversas novias de la casa Real española desfilan, enamoradas unas, obligadas otras. ¿Cómo afrontaron esas mujeres el día de su boda? ¿Qué les llevó hasta el altar? ¿Se cumplieron sus expectativas? Una a una, estas novias desvelan las respuestas a estos interrogantes, desde María Antonia de Nápoles, la primera «novia real» del siglo XIX, hasta el siglo XXI cuando la mirada abierta y expectante de Letizia Ortiz abre, sin duda, una puerta a la esperanza.