Ouarzazate -la puerta del desierto, en el Átlas- transcurre en un tiempo indeterminado, uno de esos futuros imperfectos que seducen en las novelas de Philip Kerr o de J. G. Ballard; en este espacio que reconocemos con incómoda familiaridad se mueve Sócrates Rodríguez, mientras investiga el desarrollo y la popularidad del DHC, un suero en desarrollo capaz de reanimar -por unas horas, por algún tiempo más- a los muertos, como una promesa al alcance de pocos pero deseada por todos.


Juan Ignacio Iglesias irrumpe en el panorama literario extremeño con una novela cercana al thriller y al sci-fi, pero que como los grandes del género debemos leer de forma lateral, siguiendo los pasos de esta reflexión sobre la consciencia, el sentido de la muerte y el valor de una vida que no tuviese final, hasta llegar a esa puerta del desierto a que esta ficción nos conduce.