Un padre alcohólico, rojo, chulo, solo, rechazado. Una madre sufridora que se defiende a gritos, golpes y durezas. Siete hijos que padecen a los dos. Un hombre bueno que desaparece antes de desvelar su misterio. La Tetas Caídas, María La Meneos, Las Legañosas o El Zapaterín, a quienes desde la barandilla del corredor no se les escapa ni una. Airean, a veces con humor, lo ajeno para esconder lo propio. ¡Cómo si se pudiera esconder! Aquí, donde se toca a un retrete comunitario por planta; a escasos metros, pocos duros y menos alegrías pero a borrachera diaria, si no más, a palizas, celos, envidias y hasta un crimen, por no hablar de la desconfianza hacia la catadura moral o política del de al lado. Puesta en escena gratis de todos para todos y cada uno.
Este patio, sala de teatro, corazón, claustro materno, universo, ¿tendrá cielo? Sí, seguro, aunque es improbable que los inquilinos lo vean.

Sólo Séptima, la pequeña del litógrafo y la lavandera, la que tuvo por cuna una tapa de un baúl, la que no calla y no para de hacer-hacerse preguntas, lo mira a menudo. Y supo desde siempre que por ahí podía empezar a escapar, que había otra cosa, otros mundos. Los de Lilian, azafata del aire, Ana Karenina, Petitte Fleur, el twist, el rock and roll, King Creole, el teatro, la fotografía, los viajes, Que el cielo la juzgue, West Side Story, Las pequeñas virtudes, Demian, El cuarteto de Alejandría, el cine, los libros, más cine, más libros, la lucha por su libertad y la libertad del resto del país...

Y un día, al cabo de los años, de ir y venir, de pensar que había dejado atrás la silla del patio, se encontró sentada en otro patio: la sala de terapia de una asociación de ex alcohólicos... ¿O era el mismo?