A pesar de ser un poemario atravesado por la aguja del tiempo, los recuerdos, la melancolía y un cierto reproche personal, parece quedar lejos la posibilidad de que Conciencia sea un examen moral mediante el que su autor da cuenta de las posibles faltas acumuladas. Sino que, más bien, se trata de una exposición que pretende dar sentido y orden a los dilemas existenciales mediante un tono que, de entrada, pone de manifiesto la imposibilidad de encontrar una respuesta sólida o mínimamente satisfactoria.
Quizá por eso, Inventario, que da título al primer poema, se erige como una declaración de intenciones contradictoria, ya que, lejos de tratarse de un recuento numérico de vivencias, el texto esboza las características de una serie de poemas esencialmente ambiguos, que divagan y asumen la imposibilidad de otorgar un sentido exacto a la memoria.
Dentro de la estructura en cuatro partes en que se vertebra la obra, es posible dividir el conjunto de poemas en función del tiempo, ya que estos se mueven entre el pasado, el presente y el futuro. Así, son las composiciones en las que se aborda la creación literaria, como Gratitud, Mala letra o Cuando ya no, donde el ahora se manifiesta con mayor contundencia. El presente solo parece hallar justificación tras el punto final, o un poco antes, cuando aún el poeta se afana en hilvanar versos. El pasado, por su parte, parece situado en los barrios lentos a los que González Vera siempre regresa cuando rememora la infancia y parte de la juventud. Estas evocaciones, que suelen recrear escenas y personajes casi tangibles, a menudo se confunden con representaciones fílmicas. Una simbiosis que procede, sin duda, de la confluencia de dos vocaciones, la cinematográfica y la literaria, inherentes a la concepción creativa del escritor malagueño.
En cuanto a los poemas en que el autor dibuja el futuro, las tonalidades predominantes varían en una escala de grises sin que la ausencia de luz llegue a ser absoluta. La melancolía, sentimiento que se asocia de manera casi automática con el pasado, se presenta con mayor vehemencia en aquellos poemas donde el autor proyecta el porvenir. Sin caer en el pesimismo o el desencanto rotundo, poemas como El olvido, Signos de madurez o Misericordia, nacen de la observación serena, capaz de calcular la trayectoria decadente de lo efímero a la vez que da valor a la belleza dolorosa del proceso. Así, el poema Gratitud, enmarcado en el bloque con las incertidumbres, captura, precisamente, aquellos elementos azarosos, casi insignificantes, que conforman lo cotidiano y son capaces de determinar sustancialmente el rumbo de la existencia. Este poema, Gratitud, representa, quizá, la forma en que González Vera combina y degusta lo agrio y lo dulce a lo largo de su último poemario, con la única certeza de que todos los matices son necesarios.
(Prólogo de Laura Carnero)