El comienzo de la novela se desarrolla en los últimos años del reino de los nazaríes de Granada en al-Ándalus.
En aquella época, era costumbre consultar a personas que practicaban la astrología, la videncia o cualquier método adivinatorio, sobre los acontecimientos
importantes de los distintos reinos, no sólo de los musulmanes, sino también de los cristianos. Pero sin duda, tenía gran importancia la consulta de las cábalas judías para conocer el futuro, por lo que es de suponer que a ellas recurriría habitualmente Aixa, madre de Boabdil y última sultana de Granada, para saber «el destino del reino».
Todos los augurios daban por segura la pérdida del reino, pero las gentes más sencillas lo daban por hecho: las fronteras del reino se desvanecían y el potente ejercito cristiano avanzaba quemando a su paso todo lo que encontraba, talando bosques, matando a los niños y ancianos que no podían huir, destruyendo telares, huertos, alfarerías, conducciones de agua…¿Qué emociones, sentimientos de ansiedad, angustias, miedos… sentirían los habitantes de esta tierra que les pertenecía desde hacía ochocientos años, y de las que ahora serían expulsados? No solo eso. En caso de conservar la vida, serían esclavizados, obligados a renunciar a su fe, a sus costumbres e incluso a abrazar la fe de sus enemigos y a cambiar de nombre. ¿Tratarían de buscar soluciones, para transformar el destino del reino, ya dado por perdido?
La teoría de la autora es que sí lo harían, y así empieza la segunda parte de la novela: un grupo de hombres se lanzan a una expedición por toda África para cambiar este destino que nadie quiere aceptar. ¿Lo conseguirán? ¿Qué encontraran en esta aventura? ¿Cómo influyen en las decisiones que tomamos
las emociones cuando están alteradas por los acontecimientos, los miedos y el instinto de supervivencia, capaz de distorsionar la realidad hasta entregarse al propósito más descabellado, como es este caso, reunir a todos los países musulmanes
en una alianza contra los ejércitos cristianos?