En el calendario de una panadería de pueblo hay ciertas fechas donde todos tienen que arrimar el hombro. En esa inercia de trabajo, Antonio pisa por primera vez el obrador de su suegro Francisco; el modesto obrador de la familia Benito. Desde el principio, aunque las responsabilidades son pequeñas, la satisfacción se siente grande. Entonces, algo cambia. Antonio descubre un instinto que le atrae cada vez más y despierta muchas sensaciones nuevas. Sobar las masas, aplicar los brillos y colocar con esmero la fruta en los roscones es más que suficiente para que su suegro vea en él las maneras del oficio. Antonio habla con su familia y deja los estudios para formarse como panadero. Aprende con horas y horas de trabajo en el obrador, haciendo panes junto a su suegro y devorando con avidez las obras de aquella poderosa estantería de libros. A principio de los años 90, encuentran un local que se queda libre en el centro del casco histórico de Toledo. Con gran ilusión y el apoyo de ambas familias, Antonio y Esperanza abren un punto de venta y empiezan a construir un sueño propio. Así, en 1995, nace la histori