Como coordinador de un libro en el cual los textos que lo componen son, a excepción de su objeto último, totalmente independientes, me veo en la obligación de hacer una reivindicación de su heterodoxia. Ser heterodoxo no es cualquier cosa. Es una jugada del destino en la que uno se ve arrastrado a transgredir la vigencia, estrangular la normativa, pensar fuera del orden real y saber situarse en las antípodas del discurso político. La heterodoxia de Aullón de Haro se llama Gran Arte, la de Calviño Escritura y la mía Libertad. En nombre de estos tres quebrantamientos, nosotros, cada autor a su manera, hemos elaborado un proyecto en el que se habla sobre la mujer. Sin apenas darnos cuenta, nos hemos situado, creo, ante un objeto extraño...