El cajón del pan fue, durante los duros años de escasez y racionamiento de la posguerra española, el cofrecillo doméstico más sagrado de la casa. Nadie debía asaltarlo sin previo conocimiento de la madre, dado que las raciones estaban contadas y cualquier abuso afectaa a lgún miembro de la familia. Cuando se superaron las dificultades, la frase ´¿Quién anda ahí, en el cajón del pan´? se aplicó a cualesquiera otras situaciones: hurgar en el monedero de la mamá para sisarle unos céntimos, abrir la escasamente surtida nevera para tomar una fruta, andar de puntillas para no ser sorprendido al coger un terrón del azucarero, etc.
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