¿Qué va a significar el año 1992 para las iglesias y la cultura latinoamericanas? ¿Se rememorará triunfalísticamente la gesta de los conquistadores que invadieron el Continente, destruyeron las civilizaciones que encontraron a su paso e impusieron a sangre y fuego la colonización ibérica, sedienta de oro y de poder? ¿O, por el contrario, se recordará a las víctimas del mayor genocidio perpetrado en la historia -las grandes culturas azteca, maya, inca y tantas otras- y, desde la perspectiva de ellas, se reivindicará una justicia histórica que ha sido insistentemente negada hasta nuestros días? Porque no puede ignorarse que la dominación iniciada en el siglo XVI no ha concluido, sino que aún perdura bajo otros nombres: deuda exterior, transnacionalización del capital, dictaduras militares, mantenimiento del subdesarrollo... LEONARDO BOFF, partidendo del hecho brutal e inequívoco de que los pobres están sufriendo más que nunca y de que en todos los países latinoamericanos están muriendo a un ritmo más acelerado que en los aún cercanos tiempos de Medellín y la Puebla, enfoca esta problemática desde la perspectiva de la llamada nueva evangelización, argumentando que, si la primera evangelización se hizo bajo el signo de la dominación, la nueva ha de realizarse bajo el signo de la liberación a partir de las culturas oprimidas.