Napoleón entendió muy pronto que la prensa, utilizada con artimaña y rigurosamente controlada, podía resultar un arma tremendamente poderosa tanto a nivel político como militar. Se sirvió sin escrúpulos de ese medio de información y formación (o deformación) de la opinión pública para sus intereses y ambiciones, lo que desesperó a sus enemigos. Como subrayó Metternich, en una carta de Stadion de 23 de junio de 1808, con una amargura jaspeada de admiración. Para Napoleón España no era diferente. El 21 de marzo de 1808 aparece el primer número de El Imparcial, redactado por Pedro Estala. En su declaración de intenciones apoya al gobierno josefino como la única opción válida para quienes aspiren a la benéfica y necesaria regeneración de España.