El autor sugiere considerar la sociedad quebequesa no nada más dentro de sus relaciones históricas con Francia, en tanto que heredera y dependiente de esta cultura europea, sino también -y puede ser en mayor grado- como una colectividad nueva en tanto que resultado de una historia que le es popia, de una experiencia de cuatro siglos en tierra americana que ha conformado una cultura diferente, original. Se trataría, entonces, de relativizar la relación con la madre patria francesa, dándole mucha más importancia a las proximidades continentales y relacionando la trayectoria del Quebec con las de otras colectividades del Nuevo Mundo. A una visión demasiado exclusivamente vertical, hay que unirla de alguna manera una de lateral. Ojeando estas páginas, veremos que están imbuidas de la preocupación de traer a la luz el pensamiento sobre el Quebec y provenirlo fundamentalmente de una importante dimensión comparativa. El lector también descrubrirá enseguida que los problemas que se abordan adquieren un carácter de universalidad; el choque de los etnicicados y la recerca de nuevas formas de cohabitación están actualmente en la agenda de todas las sociedades democráticas. En fin, mas allá de estas consideraciones, los lectores catalanes, que también pertenecen a una minoria cultural y estan familiarizados con los infortunios ligados a esta condición, puede ser se reconocerán próximos sii no emparentados con los quebequesos, estos catalanes de América.