En el diario, todo transcurre en el vuelo de la página, que es tanto su paso como el margen sin escritura: «Esto que escribo es al vuelo de las páginas, de la memoria, pero también de la conversación y, en muchas ocasiones, al vuelo de los días, esa página del tiempo cuyo espacio virtual es el instante pero que, gracias a la memoria y al deseo, hacemos narrativo: una página que transcurre.»
Un diario que es un ensayo siempre recomenzado, pero que no deja de avanzar en un testimonio que se niega a tesis alguna. Lo que se despliega es el tiempo, y Malpartida recurre en él tanto a lo narrativo como a lo reflexivo, a la estampa como al periodismo: en sus páginas no faltan numerosas reflexiones críticas sobre política, nacionalismo y terrorismo, pero también sobre el fenómeno poético y la identidad personal, con numerosas referencias a Octavio Paz, Antonio Machado y Martin Heidegger; tampoco faltan apuntes sobre la memoria y las pasiones, así como diálogos con escritores como Fernando Savater, Juan Gil-Albert, Enrique Molina o Charles Tomlinson, desde la lectura pero también desde la amistad.
Asistido por el demonio de la analogía, este diario, como quien camina entre la multitud, mira en direcciones muy diversas; lo que sale al paso: hechos, obras y nociones literarias, como la del diario mismo.