Es bueno conocer historias de Cataluña, que para muchos de vosotros será la tierra en la que habéis nacido, y para otros la tierra que acogió a vuestros abuelos y padres procedentes de diversos lugares de España, de Marruecos o de otros países. Posiblemente una vez conozcáis la historia que narro en estas páginas -la historia de mi familia y la mía propia-, toméis conciencia de lo privilegiados que sois al tener unos padres que han cuidado de vosotros, os han querido y os han dado una formación para que os podáis abrir camino en la vida. Sin estudios se cierran todas las puertas; en cambio, quien tiene una formación superior, por adversas que sean las circunstancias, siempre encontrará una salida. Por desgracias, esto es algo que muchos de nosotros hemos descubierto demasiado tarde.
No todos los niños tienen o han tenido las mismas oportunidades. A veces miramos hacia países tercermundistas y nos conmovemos pensando que allí lo pasan mal, y sí, es cierto, la vida en esos países puede ser terrible, pero también son muchos los que en nuestras latitudes sufren el desamor y el desapego. Desgraciadamente, dependiendo de dónde nazca uno y en qué tipo de familia, recibirá más o menos cariño, y eso es tan importante en la vida de un ser humano que puede marcarlo para el resto de su vida.
La historia que os voy a contar en estas páginas es una historia real, y voy a contarla sin omitir ni añadir nada. En la primera parte del libro narro la historia de los herederos de la masía Ventayol, en el término municipal de Vacarisses, junto a la montaña de Montserrat, así como la historia de la "pubilla" (heredera) de la familia -yo misma- durante su niñez y adolescencia.