La de periodista no es una profesión fácil ni nunca lo fue. En no pocas ocasiones, el peligro, las acechanzas y las censuras surgen, laten, se cuecen y se desarrollan en el aparentemente apacible espacio de las Redacciones y los despachos más confortables. Tal es el caso en este relato en el que un drama laboral de persecución y censura comienza con algo tan inocente como un escrito satírico que es tomado más en serio de lo que podía prever su autor. Esta absorbente novela, dividida en tres partes y un imprevisto epílogo, se mueve en la ambigua frontera entre la ficción y la realidad. A veces ambas se solapan, se interponen, se entremezclan y se exageran. Los personajes son tan reales como irreales. Ahora bien, cierto y muy real resuta el drama del protagonista, Joseán Sanchiz, perseguido y aislado. Un hombre acabado, convertido en un instante en un ciudadano bajo la sospecha y luego en un cadáver viviente. Todo empezó con Obdulio, un pintoresco personaje imaginario y lo que siguió, fue un hecho demasiado real. Una magnífica novela de interioridades, persecuciones en los medios y su simbiosis con poderes políticos y económicos, que con las aspiraciones de un periodista pensaba que su periódico, precisamente su periódico, era otra cosa.