DIENTES DE LECHE

DIENTES DE LECHE

978-84-936877-8-6 / 9788493687786
La lírica actual, despojada de cualquier solemnidad, puede atender a las circunstancias concretas del individuo sin convertirse en un asunto superficial o en un ejercicio de narcisismo endogámico. En el poemario Dientes de leche, Luis Felipe Comendador, con declarada melancolía, consigna un muestrario de reflexiones que perfilan el paréntesis cronológico de la madurez, esa etapa donde el inicio del declive físico coincide con la pérdida de una razón de vida. En el primer poema, “Elegía” el protagonista principal reclama una pasión, ese equivalente de la utopía como fuerza vital del humanismo: “Yo pido una pasión cada mañana,/ una pasión pequeña/ e imposible/ que me permita arder/ por si este día/ fuera el de mi final;/ y así no irme de aquí/ con esa sensación/ de lo ya hecho/ que agota y desespera.”
Pero la asimetría entre los sueños de forjar un destino justificado y el devenir diario persiste; el contacto directo con la decepción invita a formular preguntas a un presente que es trasunto fiel de la fugacidad; somos humo que sube mansamente hacia un cielo lejano. Y ese destino estéril comienza por el propio cuerpo que apenas responde a una caótica enumeración de estímulos, que está condenado a morir despacio para cumplir el rito de cualquier anatomía agotada.
Una y otra vez, en su exilio interior, el sujeto poemático abre los ojos para preguntarse qué es la vida, no como abstracción sino como devenir temporal que acumula gestos, actitudes e indicios de una identidad que precisa un aval nítido para salir ilesa del desánimo: “Soy hombre y dejo un rastro de carne hecha,/ un aliento acre/ y el polen impreciso que brota desde el fuego./ Soy hombre porque aprendí a apretar la mano/ y sé que hay un omóplato haciendo orografía de mi espalda./ Soy hombre porque aprendí a decir adiós/ para volver al círculo con un leve zarpazo,/ porque superé un luto y me sentí vencido una noche de sombras”.
El libro se convierte en un espacio de sinceridad moral; los poemas abordan variantes de ánimo pero siempre prevalece la voz sombría, el sobrepeso de decepción ante la usura del tiempo, definida y exacta.
Dientes de leche también en lo formal difiere con anteriores entregas de Luis Felipe Comendador. Frente al empleo habitual del heptasílabo que marca una cadencia ágil y fluida, espontánea y oral, con poemas breves, resueltos con un verso final que da las claves, predomina ahora la composición larga, formada por versos de arte mayor; el tono discursivo y fragmentario se logra a través de versículos que ralentizan el poema y actúan como frases y fragmentos de una enumeración caótica y digresiva.
En la práctica literaria del escritor salmantino Dientes de leche abre un registro nuevo. Sus composiciones plantean una poesía dialéctica sobre los estadios de la intimidad que abandona la ironía y la humorada condescendiente para optar por la introspección. Por ella el personaje verbal descubre que la realidad no está fuera sino dentro y proyecta sobre el presente una luz reveladora. Se acabó el tiempo de los sueños; ahora sólo nos cobija la intemperie.

–José Luis Morante
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